Los
Frentes de Defensa de los Intereses del Pueblo, su origen, significado y
vigencia
(A
propósito de la crisis del Frente Patriótico de Loreto –FP-)
José Ramos Bosmediano, miembro de la Red SEPA, del FREPOL, ex Secretario
General del SUTEP
El día 7 de julio la Comisión Reorganizadora del Frente
Patriótico de Loreto, en Iquitos, realizó el VI Congreso Ordinario de esa
organización. Luego de haber discutido
el Reglamento y las mociones principales, pasaron a elegir el Comité Electoral
que debiera de dirigir la elección del nuevo Comité Ejecutivo del Frente. Sin haber participado en la discusión, un
número apreciable de supuestos delegados del partido Fuerza Loretana, que
gobierna la región Loreto, se pararon para tratar de imponer su propio Comité
Electoral. Cuando la Asamblea buscó
comprobar la representatividad de los delegados, esa inflada delegación empezó
el tumulto y el insulto, dando origen a la suspensión del Congreso. Pero de inmediato se dirigieron a su local
partidario y “eligieron” una supuesta junta directiva que fue “juramentada” por
un funcionario del gobierno regional dirigido por Iván Vásquez Valera. La
Comisión Organizadora fijó para el día 12 el reinicio del Congreso, pero
nuevamente el grupo del gobierno regional copó las instalaciones del local del
SUTEP, donde se realizan todos los eventos del Frente. Requeridos para
desalojar el recinto, la turba empezó a agredir física y verbalmente a los
dirigentes, boicoteando el certamen. Es difícil mencionar las atrocidades que
perpetraron en el local sindical, incluso con objetos poco soportables a la
vista y al olfato: un verdadero lumpen de un gobierno regional también lumpen.
Y pensar que el Presidente Humala tiene hoy en Iván Vásquez a un aliado. Ambos se necesitan, indudablemente.
Sin embargo, el
Frente Patriótico de Loreto, denominación que ha adquirido el otrora FEDIP
Loreto, está hoy en una crisis que pone en peligro su propia supervivencia,
crisis que señalamos brevemente en el “sombrero” de este texto. En esta crisis vemos un factor con el cual se
trata de manipular a la población: el desconocimiento de la naturaleza de este
tipo de organización de masas por un considerable sector del pueblo, hecho que
obliga a explicar el origen, el significado y la vigencia de esta
organización. Tal es la razón
fundamental por la cual abordamos el problema en estos párrafos.
La
lucha antidictatorial de 1968-1980 y la fundación de los FEDIP
El proceso político
del Perú y América Latina de fines de los años 60 y durante toda la década de
los 70 es la parte de nuestra historia en la cual se trató de aplicar el
proyecto hemisférico de la Alianza para el Progreso de la administración del
Presidente John F. Kennedy, quien encabezó la propuesta de realizar en los
países latinoamericanos un conjunto de reformas liberales que redistribuya un
segmento de la riqueza hacia los sectores pobres, proletarios y campesinos, a
efecto de frenar y derrotar el avance de la lucha de los pueblos que
amenazaban, como ocurrió con la Revolución Cubana (1953-1959), con traer abajo
el orden capitalista oligárquico en nuestros países, mucho más cuando ya se
habían iniciado luchas guerrilleras en algunos de ellos.
En aquel contexto
político, en el Perú había fracasado el primer intento de aplicación del
proyecto desarrollista de la Alianza para el Progreso con el primer gobierno
del Presidente Fernando Belaúnde Terry (1963-1968), destituido por el golpe de
Estado del 3 de octubre de 1968 por las Fuerzas Armadas con la jefatura del
General Juan Velasco Alvarado y un grupo de otros generales que tenían una
preparación militar y académica muy por encima a la de nuestros cuestionados,
cuestionables y sentenciados militares de los 90 y de estos años. La dictadura impuesta en aquel año asumió la
tarea política y el programa abandonado por el Arquitecto Belaúnde, le dio la
coherencia de un nacionalismo burgués modernizante y liquidador de la herencia
oligárquica y terrateniente de la vieja semifeudalidad que venía siendo
golpeada por un vasto movimiento campesino por lo menos desde 1958-1966):
recuperación de las tierras por los campesinos y luchas guerrilleras
incipientes, como las del FLN y del MIR, principalmente. Las reformas liberales
“radicales”, sin embargo, se inscribían en un esquema que se denominó “ni
capitalista ni comunista”, es decir, una “tercera vía” que no sabían explicar,
pues simplemente era capitalismo de Estado, desarrollista y burgués, por tanto,
enfrentado a las fuerzas transformadoras de la sociedad, a las cuales solo
podía satisfacer por un tiempo más con algunas concesiones laborales y la
recuperación de ciertos rubros de la economía de manos de los empresarios
extranjeros; por lo cual muchos, confundidos por el reformismo burgués, solían
afirmar que vivíamos una “revolución” en el Perú, “la revolución posible, no la
deseada”, decían con resignación.
Mientras el régimen
militar aparentaba gobernar para los trabajadores y el pueblo, los problemas
históricos de la pobreza, la desocupación, el abandono de los pueblos del
interior del país, la precariedad de la educación pública y de la salud, así
como el aislamiento territorial de nuestra población empezaron a agravarse. Las masas del campo y la ciudad comenzaron a
organizarse adoptando diversas formas, desde la organización sindical por los
trabajadores con empleo fijo, hasta las organizaciones campesinas, llegando
también el oleaje organizativo a los estudiantes y barrios de las ciudades más
pobladas en las cuales las invasiones para construir precarias viviendas y
barriadas se volvieron un verdadero vendaval humano, lo que le llevó a José
Matos Mar, una década después, a
calificar como “desborde popular” en su libro “Desborde popular y crisis del
Estado”.
Tal es el escenario
en el cual la población del campo y de las ciudades empiezan a impulsar su
propia organización para defender sus derechos y exigir sus reivindicaciones,
con activistas y organizadores salidos de las filas de la clase obrera, de los
estudiantes, de los maestros, de pobladores que carecían de vivienda en los
llamados cinturones pobres de las ciudades.
Es así como en 1969, en Huanta, Ayacucho, surge, según la mayoría de
investigadores, el primer Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo con
motivo de la protesta frente al peligro de que se impongan ciertos pagos para
la matrícula escolar. De este reclamo,
que involucraba los intereses de los estudiantes y de los padres de familia, se
fue dando forma a un FEDIP que amplió su programa de lucha hacia derechos
económicos, sociales y políticos. Lo
singular de este movimiento nuevo es que tenía como factor de impulso interno
el nuevo movimiento de izquierda en desarrollo durante toda la década de los
años 6O del siglo XX, factor común en la mayoría de los cientos de FEDIP que se
fundaron a lo largo de los años 70. En
Cajamarca, como algo muy particular, se sumó el surgimiento de un movimiento
campesino democrático denominado “Rondas Campesinas”, localizadas, primero, en
Chota y Bambamarca, y que luego se extendió a las demás provincias de esa
región hasta extenderse a La Libertad, Piura y Amazonas. Aunque con menor
fuerza en estas últimas regiones. Era
un movimiento campesino que ponía en tela de juicio al Poder Judicial y a la
Policía en la lucha contra el abigeato, razón por la cual despertó el
entusiasmo del campesinado y de estudiosos del movimiento campesino de Europa y
Latinoamérica. Uno de los partidos de izquierda, el Partido Comunista del Perú
“Patria Roja”, dio a este movimiento ronderil una orientación política
asignándole el papel de desarrollo de la democracia directa de masas.
No debe olvidarse,
en este proceso de fundación y desarrollo de los FEDIP, la presencia de los
maestros, especialmente luego de fundado el SUTEP (1972), comprometidos con su
rol de animadores y organizadores y hasta dirigentes principales de este
movimiento popular de frente único. En
lo que respecta a Loreto, Ucayali y San Martín, fueron los dirigentes magisteriales
del SUTEP los que más sufrieron la arremetida represiva de la dictadura militar
de 1968-1980: el Profesor Manuel Vásquez Valera en Pucallpa, el Profesor Ábner Cotrina
del Águila en San Martín, el grupo de maestros del SUTE Maynas conducidos al
SEPA (¿conoce la juventud de hoy lo que era el SEPA?) durante la lucha por el
Canon Petrolero (1974-1977) que fue conquistado por la lucha del pueblo durante
la dictadura de Morales Bermúdez pero cuyos ingresos fueron aprovechados por un pequeño grupo que ha gobernando
y sigue gobernando Loreto hasta hoy.
Es verdad que en
algunos lugares la pequeña burguesía organizada en los colegios profesionales y
en las cámaras de comercio e industria se sumó, en determinadas circunstancias,
a la lucha de los FEDIP, según sus conveniencias concretas; pero, en general,
estos grupos no han sido firmes en esa lucha, con la conocida y reconocida
excepción, en el caso de Loreto, del Ingeniero y mediano empresario y gran
amigo Antonio D’Onadío Lagrote, una excepción en casi todo el Perú. Reiteramos:
han sido los trabajadores, los maestros en particular, campesinos, estudiantes,
pobladores de los barrios, la base social fundamental de los FEDIP.
La base
organizativa de los FEDIP estuvo y sigue estando en los sindicatos, en los comités
barriales (no confundir con los Comités del Vaso de Leche o los Comedores
Populares, que son organizaciones de comensales, generalmente manipulados por
los gobiernos de turno para usarlos como apoyos sociales, por tanto, sin
capacidad de luchar por algo más que una ración, sin conciencia social definida
políticamente), las organizaciones campesinas en sus formas de federaciones y
no fantasmas dirigidos por cierta gente que no vive en el campo, gremios de
pequeños y medianos empresarios en las
ciudades, como ya se dijo, en determinadas coyunturas. Las fuerzas políticas de izquierda en todo el
país han sido las permanentes impulsoras de los FD; y las de derecha en algunas ciudades,
mientras su partido no estaba en el gobierno, comportándose, sin embargo,
contrarios a la organización y lucha de los FEDIP mientras su partido gobernaba el
país o la región, llegando a afirmar que
los Frentes de Defensa ya perdieron vigencia (¡¡).
La denominación de
Frente Patriótico que asumió el FEDIP Loreto, en una nueva etapa de su
reconstrucción a durante los últimos años de la década de los años 90, fue una
iniciativa de los maestros loretanos con el Ing. D’Onadío Lagrote con el
propósito de hacer frente a la revisión del Protocolo de Río de Janeiro de
1942, ampliando su contenido reivindicativo al ámbito de lo patriótico, a la
defensa de la patria en términos de soberanía e integridad territorial. Ya aunque la dictadura fujimorista firmó el
Acuerdo de Itamaratí el 28 de octubre de 1998, en el pueblo loretano los acuerdos
tomados con el Ecuador siguen siendo, en gran parte, inaplicables. Además han surgido nuevas tendencias de
intervención extranjera en la Amazonía a partir de las ambiciones de las
transnacionales del petróleo y de las vías interocéanicas, amén de las
ambiciones por el agua de nuestra Amazonía. No es correcto, como vienen
planteando ciertas personas y grupos, que el Frente Patriótico de Loreto “ya no
tiene razón de ser”.
En lo que concierne
a la presencia tumultuosa del partido del actual gobierno regional de Loreto,
“Fuerza Loretana”, su papel es el de una fuerza política que busca usar al FP
como defensa de su gobierno frente a las acusaciones de corrupción que circulan
en el ambiente loretano, lo que explican los métodos lumpenezcos con los que
viene actuando para hacer su “propio” FP.
En el caso de la
CGTP y algunas de sus bases, desde que surgieron los FEDIP su dirigencia tuvo
un concepto de rechazo a los frentes o por lo menos de indiferencia, pues
siempre ha considerado que la CGTP debería de dirigir la lucha de todo el
pueblo, confundiendo el carácter de fuerza principal de una revolución al
proletariado organizado políticamente, con el carácter de la lucha democrática
del pueblo en una país donde se torna fundamental la forja del frente único con
todas las clases oprimidas frente al poder oligárquico. En tal sentido, se pretende otorgar al
sindicato (la CGTP es un sindicato, no un partido político, menos aún
revolucionario) el papel de representante de todo el pueblo oprimido, lo cual
es una concepción sindicalista, es decir economicista, de la lucha del
pueblo. En el caso de Loreto y del
Frente Patriótico, la reticencia de la CGTP regional a no participar en el
frente (salvo “coordinación” previa, dicen sus dirigentes) es explicable por
esa errónea interpretación de la lucha de clases en el Perú. El fracaso de la
Asamblea Nacional Popular (ANP) fundada
en 1989 en un gran evento con más de 3 mil delegados se debió a la competencia
entre esta organización y la CGTP para tomar decisiones, siendo que en la
dirección nacional de aquella ANP estuvieros la CGTP, los FEDIP de todo el
país, el SUTEP, las Universidades del Perú, el campesinado (CCP) y los medios
de comunicación. Me cupo la honra de
representar al SUTEP en ese grupo de 6 dirigentes.
El significado
y el papel de los FEDIP
En primer lugar,
los FEDIP han surgido como organizaciones de frente único, es decir, unificando organizaciones naturales y otras
con plena representatividad y con un programa de reivindicaciones políticas,
sociales populares, como la defensa de las libertades, la libertad de los
injustamente denunciados por supuestos delitos políticos y sindicales, el
derecho a la tierra para construir la vivienda, el derecho a los servicios
públicos (luz, agua, saneamiento ambiental, carreteras, escuelas y educación
gratuita, salud gratuita, justicia y moralización de la administración pública). Como se ve, los FEDIP no pueden ser
confundidos con los sindicatos, así sea la central más representativa de la
clase obrera peruana.
En segundo lugar, los FEDIP son expresiones de
la democracia directa de masas que
se constituyen, al mismo tiempo, en
Asambleas Populares Representativas para tomar decisiones y dirigir las luchas
del pueblo.
En tercer lugar,
los FEDIP son organizaciones deliberativas
y ejecutivas, que toman sus decisiones luego de una discusión de quienes
están organizados y, luego de tomarlas, las ejecutan usando métodos y formas de
lucha adecuados a las circunstancias; por consiguiente, no pueden ser
presionadas por ningún poder externo a ellas, ni partidos políticos y gobiernos
de turno.
En cuarto lugar,
los FEDIP son una forma de organización que adoptan las masas oprimidas en
determinadas circunstancias y su permanencia depende de la correlación de
fuerzas en cada coyuntura, de tal manera que su desarrollo no es rectilíneo sino dialéctico, pues hay momentos
de auge, hay otros de reflujo, cuando no de crisis. Lo importante es saber orientar su
organización y su lucha en cada momento.
Por ejemplo, el auge actual de los FEDIP en determinadas regiones y
pueblos tiene mucho que ver con los problemas creados por las transnacionales
de la minería, hidrocarburos y concesiones forestales, principalmente. En otros momentos eran diferentes problemas,
cuando las masas agitaban ¡tierra, agua
y luz para las barriadas! Quienes observado el declive de la lucha de los
FEDIP se permiten pontificar su “muerte” parten de una concepción rectilínea,
por tanto idealista, no dialéctica de la realidad. No se debe caer en el
voluntarismo que consiste en pretender que en todo momento los FEDIP pueden y
deben hacer “grandes luchas”; pero tampoco en el derrotismo y la pasividad que
llevan a esperar, con los brazos
cruzados, nuevos tiempos para volver a
luchar. Se lucha de diversas maneras,
algunas de las cuales –siempre permanentes-
son la agitación de las necesidades del pueblo, mantener la organicidad
de los FEDIP, la formación política de nuevos dirigentes, la difusión de los
planteamientos programáticos, como tareas que nunca pueden ser abandonadas por
los dirigentes.
Los
FEDIP siguen vigentes
Los pusilánimes,
los que viven acomodados a la “bonanza” del crecimiento económico bajo el
imperio del capitalismo neoliberal, suelen predicar el entierro de la lucha de
masas, de los sindicatos, de las fuerzas progresistas y de izquierda, ergo, de
los FEDIP. Especialmente los defensores
de las grandes inversiones en campo minado han creído que los capitalistas iban
a llenarse los bolsillos sin que nadie se atreviera a protestar. Pero el viejo topo de la lucha de clases
sigue generándoles problemas en casi todo el sur y norte del país,
principalmente en el ande. El auge del
enriquecimiento con la minería y los hidrocarburos, no cabe duda, está a la
orden del día. Los contratos firmados
alegremente por Fujimori-Montesinos y avalados hasta hoy por los demás
gobernantes no han producido la “bonanza” para los pueblos y los campesinos y
para los propios trabajadores mineros.
El medio ambiente está envenenado, se amenaza convertir a Cajamarca y
otras regiones en un cascarón con algunos espacios para que la población sea
apachurrada para seguir viviendo, todo se puede perforar y depredar a cuenta
del canon y regalías. En este tipo de
problemas se encuentran hoy accionando los FEDIP. Y no se diga que los demás problemas del
pasado ya concluyeron o se solucionaron.
Las barriadas siguen soportando la escasez de servicios públicos
adecuados dentro de un sistema económico-social que ha degenerado en la
violencia delincuencial hasta hoy imparable, incluido el narcotráfico y el robo
al Estado en todas sus formas. En este
ambiente de pocos ricos y una muchedumbre de pobres está la vigencia de los
FEDIP. En tal ambiente se han reactivado y fortalecido los FEDIP.
En nuestra
Amazonía, las condiciones para el fortalecimiento de los FD se han incrementado
a partir de la lotización de la mayor parte del territorio amazónico peruano
para la explotación de petróleo, también a partir de las grandes concesiones de
bosques, del proyecto de un ferrocarril
cuya iniciativa corresponde a los grandes empresarios brasileños y que
el actual Presidente del gobierno regional de Loreto lo usa como propia para su
campaña re-reeleccionista del 2014, el Presidente Humala amenaza con dragar el
Amazonas, Marañón y Huallaga para hacer posible el ingreso de mega barcos
extranjeros sin tener en cuenta lo que podría ocurrir con ese dragado
permanente.
Los sindicatos, por
sí solos, están incapacitados para enfrentar problemas de mayor envergadura que
están más allá de las reclamaciones laborales.
También los partidos políticos, fundamentalmente los que vienen
gobernando el Perú desde 1821, de indudable corte conservador, no garantizan
nada que no sea la generación de mayores desigualdades económicas, sociales y
culturales.
Mientras no haya un
gobierno nacional y gobiernos regionales de contenido transformador, los FEDIP
seguirán siendo indispensables para luchar por nuestras aspiraciones, justas e
históricas.
Resumiendo el
significado y el papel de los FEDIP en el momento actual, señalaremos algunas
ideas:
a) Desde el punto
de vista estratégico, los FEDIP forman parte de las organizaciones y fuerzas
que luchan contra el poder imperialista que hoy se enclava a través de empresas
transnacionales con la complicidad y el aval de los gobiernos neoliberales; son
parte de la lucha por la afirmación de la nación peruana como proyecto
histórico de nuestra república inconclusa;
b) Desde el punto
de vista táctico, de la lucha política actual, los FEDIP constituyen los
elementos más próximos y dinámicos para la unidad de las masas oprimidas, de
articulación de los sectores organizados para la lucha democrática del pueblo y
el ejercicio de una ciudadanía realmente popular, diferente a la ciudadanía
subordinada a las fuerzas políticas demagógicas, cuyas prácticas clientelistas
limitan, cuando no anulan, la acción independiente de las masas;
d) Desde la
perspectiva de la lucha del pueblo peruano, los FEDIP representan la
posibilidad de promover la unidad más amplia en torno a los problemas concretos
que requieren soluciones también concretas.
1. Sin la unidad
del pueblo es imposible lograr soluciones, por lo menos coyunturales, para los
problemas de los pueblos. Nuevamente la
vigencia de los FEDIP es la clave.
2. Sin un programa y
sin una plataforma de lucha que recojan las reales aspiraciones de las masas y
de los pueblos será imposible orientar adecuadamente la lucha de los FEDIP: no
caer en el sindicalismo ni el revolucionarismo.
3. En el programa
general de los FEDIP deben ser considerados, entre otros, lo siguientes puntos:
desarrollo integral y sustentable, educación y salud gratuitas, preservación y
cuidado del medio ambiente, cambios constitucionales para superar el
neoliberalismo, recuperación del papel del Estado en la explotación de sus
recursos naturales, ciencia y tecnología impulsados por el Estado, justicia y
bienestar para el pueblo.
4. La
representatividad de los delegados en la organización de los FEDIP debe estar
debidamente garantizada, provenientes de
organizaciones realmente existentes en número adecuado al peso específico de
cada organización sindical o popular. En
cuanto a los partidos políticos, su presencia no puede ser mayor a la de los
sindicatos y organizaciones populares de base, pues si fuera así, los FEDIP se
convertirían en simples correas de trasmisión de los partidos. Que los delegados de los sindicatos y
organizaciones populares, pertenezcan o no a cualquier partido político, no
pueden anular su presencia si su organización los delega.
Iquitos, julio
20 del 2012
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