José Ramos Bosmediano
3 de julio del 2012, en Celendín:
las fuerzas represivas (policía y ejército) bajo el comando general del
Presidente Ollanta Humala, mediando el subalterno Primer Ministro Oscar Valdés,
el neoliberalismo vuelve a demostrar su impronta criminal para favorecer los
grandes intereses transnacionales y de la gran burguesía peruana: 3 muertos en Celendín, pobladores que
defienden la cabecera de cuenca Conga frente a la voracidad de la
Newmont-Yanacocha,, especie empresarial de la alianza de la transnacional USA
con la lacaya empresa Buenaventura de los Benavides de la Quintana, barones de
la mina que agradecen a Fujimori por aquellos contratos irrevisables que deja
el tajo abierto de la tierra y los cerros para que el oro fluya hacia el
extranjero.
3 de julio del 2012: 17
asesinados más en el Perú por el gobierno de “la gran transformación”, con su
diálogo de armas y pólvora, amenazas de no permitir ninguna protesta más contra
los depredadores de nuestro medio ambiente, ni en Cajamarca, ni en Tacna, ni en
Moquegua, ni en Loreto, ni donde haya peruanos con capacidad de decir no a los
atropellos del neoliberalismo. El estado
de emergencia es su recurso expeditivo, más la legalización del “gatillo fácil”
e impune para ser usando por policías y soldados: dos recursos de la más
ignominiosa democracia.
Para el Ministro de Justicia
(Jiménez) el estado de emergencia no es represión, sino “garantía de paz
social”, ignorando que el estado de emergencia es parte de los recursos
represivos para “ablandar” por el miedo a los que protestan. En estado de emergencia, el peligro es la
muerte de quienes se atreven a seguir
luchando. El semblante del ministro de
justicia Jiménez que estoy viendo en la TV tratando de justificar la represión
“lamentando” las muertes del día de hoy, es la misma de todos los que sirven de
parachoques de los poderosos.
La conducta política
de camaleón y de felón del presidente Ollanta Humala
Las dos cosas, los dos modos de
hacer política criolla en el Perú, excelente alumno de ese reaccionario llamado
Luis Bedoya Reyes al que ha condecorado “por sus enseñanzas”; consecuente continuador de las políticas
neoliberales de don Alan García Pérez y sus decenas de muertos durante su segundo período (2006-2011).
De un día a otro el electo Presidente fue capaz de cambiar su discurso y sus
preferencias políticas, desde el nacionalismo más o menos radical hasta llegar
a la charca del neoliberalismo que todo lo entrega a cambio de unas migajas
para que un grupo de privilegiados peruanos vivan bien, mientras los explotados
sigan abriendo las manos para recibir los residuos de las ganancias
capitalistas. El camaleón político en palacio de gobierno ha dado, pues, su
salto sin retorno, como tantas veces estamos ya diciendo.
Pero la felonía completa este
cuadro gubernamental de los podridos a los que se refirió don Jorge Basadre,
adjetivo que el ignorantillo Oscar
Valdés quiso arrojar contra los verdaderos defensores de la dignidad de la
patria frente al ogro imperialista enclavado en casi todo el territorio
nacional. Felonía, es decir, traición a
promesas y al pueblo que le dio la presidencia de la república para que haga
todo lo contrario de matar y herir a ese pueblo. Felonía, es decir, deslealtad a quienes de
buena fe lo entregaron su confianza para marchar juntos hacia la gran
transformación de la que hoy, en su calculado afán de protagonista eventual, no
le queda ni sino la “t” de la traición.
La felonía en el Perú no es nueva. Francisco Morales Bermúdez le jugó una
inmensa felonía a su compañero del 3 de octubre de 1978 y a los ideales por los
cuales le arrojaron de la plaza de armas de Lima a don Fernando Belaúnde Terry,
ese felón a quien la corrupta y apátrida derecha peruana también condecoró como
a un “demócrata” que solo convocó a la constituyente y a elecciones generales
cuando un gran movimiento de masas le hizo sentir el repudio de nuestro pueblo
y de las masas organizadas, mientras los líderes de la derecha hacía sus siesta
política.
La UNASUR no puede
teñirse de sangre popular
Los gobiernos sudamericanos que
impulsaron la Unión de Naciones Sudamericanas, entre los cuales no estuvieron
los gobiernos neoliberales del Perú y de Colombia, deben sentirse con la carga
pesada de tener hoy un Presidente temporal con características parecidas a los
políticos que mejor defienden los intereses de las transnacionales, hijas
privilegiadas del imperialismo y
sus bloques aliados.
¿Cuál será el pretexto de don Ollanta Humala
para seguir incrementando los asesinatos en el Perú? Mejor dicho, ¿qué dirán, como justificación,
los medios de comunicación que hacen fila para enlodar a los de abajo y loar a
los grandes inversionistas que ponen una partecita de sus ganancias para
movilizar a los Guerrero Figueroa y sus mesnadas alimentadas por las promesas
del desarrollo en Cajamarca, sin lagunas, sin cabecera de cuenca, sin
poblaciones en las tierras invadidas y roturadas. Las “lagunitas” a las que se refieren los Benavides de la Quintana importan un
pepino frente a los cascotes de cemento que en pocos años albergarán, en sus
fondos, el metano suficiente para intoxicar humanos, animales y plantas. Es lo
que dejaron de hacer en Quillish y en Tambo Grande (también en Cajamarca y en
Piura, respectivamente), por la férrea oposición de esos pueblos.
UNASUR está en unas manos con
manchas de sangre, con el discurso que nos cansó durante el fujimontesinismo,
el toledismo y en alanismo aprista que hoy utiliza todo lo que le ofrece el
viejo parlamentarismo y el inicuo poder judicial para salir libre del proceso de
corrupción durante su último gobierno,
como ocurrió también en su primer período gubernamental (1985-1990).
¿No hay nada qué
discutir ni nada por qué luchar?
Lo que se discute es la necesidad
ecológica y humana de mantener incólume la cabecera de cuenca Conga, y por
analogía, todas las cabeceras de cuenca; hacer minería allí donde no haya
ecosistemas frágiles, lo que no significa, como tratan de engañar los poderosos
y sus “imparciales” periodistas, ser “antiminero”.
Antes de Conga la Newmont-Yanacocha y la
familia Benavides de la Quintana estaban operando sin oposición de los
supuestos “radicales”, aun cuando su presencia durante los últimos 18 años no
haya sido edificante para los pueblos de Cajamarca. Pero desde que don Alan García aprobó la
concesión de la cabecera de cuenca y la minera empezó sus operaciones en ese
territorio, el pueblo y sus dirigentes se lanzaron a la lucha. Cuando se esperaba una actitud consecuente
del nuevo Presidente de la república, don Ollanta Humala salió con el sambenito
de “cumplir” con los compromisos del Estado aunque esos compromisos dejen el
amino libre para destruir el medio ambiente.
Sin los 4800 millones de
inversión en la cabecera de Conga, el Perú dejará de desarrollarse, dicen los
nuevos lacayos que hoy manejan el Perú. Solo piensan, en realidad, en las
ingentes ganancias de los mineros, en la
publicidad que perderían los grandes medios de comunicación, los subcontratos
de ciertos empresarillos que viven el momento sin pensar en el futuro del país,
y algunas no menos ambiciosas autoridades locales que sueñan con el manejo de
donaciones de las mineras. Claro, para
la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo es también la cabecera de cuenca
Conga y todas las demás con potencial minero, sueños permanentes para sus
privilegios de clase. ¿El Perú?, carece
de importancia. Y por eso “”vende Perú”,
como dice, con insistencia, PROMPERÚ, o sea, vender el Perú a precio vil, es la
voz de orden que debemos, ingenuamente, aceptar.
¡ Honor a los que mueren
defendiendo el Perú frente a las transnacionales !
¡ Viva la lucha
del pueblo de Cajamarca !
¡ Construir la
unidad revolucionaria del pueblo peruano es una de las tareas más importante
para derrotar al neoliberalismo y a la derecha peruana !
Lima,
julio 3 del 2012
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