José Ramos Bosmediano
“El que tiene educación no requiere del
Estado”
(Cecilia
Blume, ex funcionaria del Estado peruano, en entrevista Canal N, 15/12/2012)
Momentos antes
de escribir este texto escuché a Cecilia
Blume la frase del epígrafe, cuando afirmaba que si se hubiese proporcionado
educación a todos los niños cajamarquinos,
el conflicto por la defensa de la cuenca del Conga (Cajamarca) no hubiese
existido, agregando que, con una maqueta
explicativa, bastaba para convencer a la
gente de las “bondades” de la desaparición de la cuenca para que la empresa
transnacional Newmont-Yanacocha extraiga todo el oro del subsuelo durante los
próximos 19 años. Resulta que esta
burguesita ha desempeñado cargos importantes en el Estado peruano al lado del
ex Ministro de Economía y Finanzas, el empresario peruano-norteamericano Pedro
Pablo Kuczinski, a cambio de elevadas remuneraciones. Seguramente ella justificará su anterior presencia
como funcionaria del Estado porque este la requirió y no porque ella necesitaba
del él. Es al revés: los profesionales
de la burguesía se introducen en la
administración estatal porque de esa
manera defienden mejor los intereses empresariales, llegando, incluso, al uso
tramposo de la administración estatal.
Su supuesta “elevada educación” no le ha bastado a la Blume para
mantenerse en el sector privado. Hoy que
el gobierno del Presidente Humala ha definido mejor su opción neoliberal, no
solamente esta peersonaje volverá a “servir” al Estado, y no por motivos
filantrópicos, ciertamente.
El
imperialismo en el Conga
Para
quienes defienden el capitalismo como el único, mejor y definitivo orden económico y social la
palabra imperialismo carece de pertinencia.
Para ellos no puede haber imperialismo porque los grandes capitales que
son invertidos en nuestro país nos traen el progreso, la bonanza y todos los
beneficios que podemos imaginar. Ya el
joven Haya de la Torre, en su libro fundamental El antimperialismo y el APRA, afirmaba que el imperialismo tenía
“un lado positivo y otro lado negativo”, frase
que posteriormente se quedó solo con la primera proposición (el lado positivo),
lo que le permitió a su más importante discípulo, Alan García Pérez, convertir
a las inversiones extranjeras en la salvación del país y, a quienes
consideramos que el capital imperialista nos coloniza más, nos endilgó el mote
de “perros del hortelano”.
Como
fenómeno surgido a fines del siglo XIX y fortalecido durante el siglo XX, el
imperialismo, a través de la exportación de capitales hacia los países
dominados por la gran burguesía internacional, utiliza diversos mecanismos de
dominación: económicos, políticos, militares y culturales, sin dejar de poner
al servicio de los grandes capitales el desarrollo científico y tecnológico,
como viene ocurriendo hoy, por ejemplo, con la introducción de los
transgénicos. El imperialismo solo podía surgir en la etapa superior del
capitalismo, aun cuando desde su nacimiento y desarrollo ya se percibe su
naturaleza expansiva y dominadora de los pueblos colonizados desde los siglos
XIV y XV de nuestra era. El imperialismo
se configura como la economía capitalista de los monopolios con sus expresiones
más variadas hasta convertirse en esos monstruos de hoy, las transnacionales de
la globalización neoliberal que imponen sus decisiones a los estados más
poderosos y cuyo poder se confunde con el de estos.
Henry
Favre, estudioso francés de los problemas de historia económica mundial, en un
breve libro publicado en el Perú (América
Latina frente al desafío del Neoliberalismo. Instituto Francés de Estudios
Andinos – Lluvia Editores, Lima, 2002), señala los efectos del imperialismo en
los países latinoamericanos en los siguientes términos:
La penetración del capitalismo en las
sociedades tradicionales y la dislocación que engendra provocan un aumento de
las reivindicaciones populares a partir del siglo XX. La crisis en la cual entra el sistema
capitalista mundial en 1930 amplía aún más los movimientos reivindicativos. Pequeños empresarios en bancarrota, obreros
cesantes, intelectuales desocupados, obreros agrícolas explotados y campesinos
en lucha por la tierra. Incapaces de hacerles frente, las oligarquías son
desbordadas. (p.29)
La ilusión del progreso que se
forman los grupos dominantes se estrella contra la realidad de una mayor
pérdida de soberanía de los estados bajo el dominio imperial, así como el
agravamiento de vida de las sociedades con el ahondamiento de las desigualdades sociales. Hoy estamos observando que hasta las
denominadas “sociedades avanzadas” de Europa empiezan a “ajustar el cinturón” a
sus propios trabajadores y son incapaces de absorber la mano de obra
desocupada, tanto nativa como la generada por los inmigrantes de los países
pobres.
Una
empresa imperialista, como Newmont, se posesiona de una parte del territorio
peruano para extraer minerales en las condiciones más favorables para ella, condiciones
otorgadas por un Estado económicamente atrasado y políticamente subordinado a
los intereses de los Estados Unidos, “patria” de la Newmont-Yanacocha, Estado
cuyo gobierno fujimontesinista (1990-2000) firmó contratos nada beneficiosos
para el pueblo peruano. Los defensores
internos de esos contratos hablan hoy de su “necesidad para atraer inversiones
en aquel momento”, explicación que hemos venido escuchando durante todo el siglo
XX al respecto de las inversiones extranjeras en el Perú y en casi toda América Latina.
A
raíz de la lucha del pueblo cajamarquino para que el Proyecto Conga de la Newmont-Yanacocha
sea declarada inviable, la presencia del capital imperialista se ha vuelto más
evidente, más visible para quienes no estamos comprometidos con la empresa ni
con sus socios internos de la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo (SNMPE):
En
primer lugar, la empresa, como parte de
su “filantropía”, entrega becas de estudios para un sector de sus trabajadores,
realiza pequeñas obras para las comunidades de la zona donde está la
explotación minera, inversiones que solo buscan la aprobación plena de su
presencia por la población (“licencia
social” le llaman).
En
segundo lugar, la presencia de la empresa favorece a una pequeña burguesía
regional que ve incrementados sus negocios y, por ende,
sus ganancias (tenderos, proveedores para la minera, hoteleros, services que
ayudan a explotar mejor a las masas trabajadoras, dueños de emisoras locales y
nacionales con sus “líderes de opinión” ).
En
tercer lugar, ex altos funcionarios del Estado peruano se ponen al servicio de
la transnacional, su nueva razón de ser profesional, cual mercenarios cuya
nueva patria es la elevada paga que le entrega el patrón privado a cambio de la
defensa de los intereses imperialistas.
Como
en los tempos de la Cerro de Pasco Corporation o de la International Petroleun
Company, el Presidente Humala, frente a la lucha del pueblo de Cajamarca, se
identifica con los intereses de la empresa transnacional y no con los del pueblo
y del país, llegando a repetir lo que el ex Presidente Alan García dijo para
justificar el “baguazo” del 2009, que “la Amazonía es de todos los peruanos”,
lo que el nuevo presidente traduce: “el Conga es de todos…”.
En
quinto lugar, la misma empresa anuncia la suspensión de los trabajos en el
Conga, “por encargo” del gobierno, casi como institución del Estado, lo que le
otorga un poder político que está fuera del ámbito constitucional (“poder
fáctico”, para algunos politólogos).
En
sexto lugar, para “convencer” a la población de la conveniencia de destruir el
Conga a cuenta de los 4800 millones de dólares americanos de inversión, se
militariza Cajamarca y se decreta el estado de emergencia, desde cuya nueva
situación se realizará el “diálogo”, convirtiendo a las fuerzas represivas del
Estado en las defensoras de los intereses del capitalismo extranjero, la que,
consciente de los beneficios que le reporta la militarización, sufraga los
gastos de las tropas de policías y militares. Y para redondear la faena
gubernamental a favor del capital imperialista y de su programa actual
neoliberal, cambia la composición del Gabinete, consolidando más su definitivo
viraje hacia la derecha neoliberal. En
esta nueva situación todos los voceros del neoliberalismo, comenzando por Mario
Vargas Llosa, han salido a ponderar el “reajuste” que, según ellos, favorece la
gobernabilidad y da mayor confianza a los inversionistas.
El
imperialismo impone cambios en las alturas del gobierno
Para
resolver los presentes y futuros conflictos sociales generados por la presencia
de las transnacionales mineras, partiendo de la experiencia de lucha popular en
defensa del Conga, el gobierno del
Presidente Humala ha tenido que abandonar su discurso nacionalista y asumir
todo el programa neoliberal, cuya defensa requiere “orden” con “mano dura”,
pues el mencionado programa fue impuesto también de la misma manera a partir
del golpe de Estado del 5 de abril de 1992, con crímenes y latrocinios de por
medio.
La
presencia de un militar y empresario en el cargo de Primer Ministro obedece a
los intereses de la gran empresa minera. Bajo este marco se plantea el
“diálogo” y la propuesta de “peritaje internacional” para decidir si el
Proyecto Conga es viable o no, mero trámite para “demostrar” lo primero.
¿Por
qué los sucesos de Cajamarca ayudan a desenmascarar la farsa del “crecimiento
con inclusión social” y la de la “gran transformación”? Porque esa lucha toca el aspecto principal de
las inversiones imperialistas en el Perú actual, inversiones que generan las
más elevadas ganancias para el gran capital, la necesidad de un mayor volumen
de materias primas para la gran industria capitalista, a lo que se une la
esperanza de mayores recursos para el presupuesto asistencialista (inclusión
social) del gobierno, en el plano interno.
Es
tal la subordinación del Estado peruano a los intereses del capital
imperialista que debe recurrir a un
peritaje internacional para decidir sobre un asunto que es de su competencia,
más aún cuando la misma lógica de los sistemas de cuencas y su funcionamiento
integral determina su destrucción al actuar sobre sus elementos más
fundamentales factores externos que producen cambios irreversibles para el
ecosistema y la biodiversidad correspondientes.
El nacionalismo como discurso se ha agotado
ante el embate de los grandes intereses.
La derecha neoliberal ha vuelto a encontrar en el gobierno del
Presidente Humala lo que había perdido en las urnas en abril y junio del 2011.
El gobierno busca evadir o esconder su responsabilidad apelando a un peritaje
que, a lo sumo, expondrá advertencias para “no dañar el medio ambiente”.
La
defensa de la cuenca del Conga es tipificada como un acto de “intolerancia” e
“intransigencia”, incluso para ciertos “izquierdistas” que hoy acusan a los
dirigentes populares de Cajamarca como los culpables de la militarización de
esa región y de los cambios ministeriales.
Cualquier
resultado adverso para la defensa del Conga frente al poder de
Newmont-Yanacocha y la posición favorable del gobierno a la empresa minera, no
será de responsabilidad de los dirigentes ni del pueblo que lucha y seguirá
luchando. Será, primero, del gobierno
central y, en segundo lugar, de toda la derecha neoliberal, sus altos
funcionarios, parlamentarios, empresarios, dueños de los medios de comunicación
y periodistas que hablan de acuerdo con la bolsa de dinero de la publicidad
privada y estatal.
El
imperialismo requiere felipillos. En el
Perú los hay de sobra.
Lima,
diciembre 16 del 2011
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