Es una fiebre de
alta temperatura financiera la que se da en las transnacionales de la minería
metálica y los hidrocarburos. Grandes
empresas extranjeras (Estados Unidos, Canadá, China Popular) y otras
nacionales, no tan grandes pero lo suficientemente poderosas hasta para tener ministerios a su cargo, predican la
“minería limpia”, la “responsabilidad social” de sus empresas y, como no podía
faltar, el “desarrollo” con grandes beneficios para las comunidades donde
depredan el medio ambiente.
Están bien
representados esos grandes intereses de la globalización capitalista que está
horadando las tierras fuera de su país de origen. En el Perú está la Sociedad Nacional de
Minería, Petróleo y Energía (SNMPE), asociación corporativa que defiende los
intereses de gran burguesía parasitaria y los de las transnacionales, jugando
como burguesía intermediaria entre el Estado peruano y aquellas que traen las
inversiones más grandes. Su actual
Presidente, Pedro Martínez, defendiendo los intereses de la transnacional
Newmont, dueña de Yanacocha en Cajamarca, declara en una entrevista (La República de Lima, 03/11/2011, p. 6)
que los pueblos de la región Cajamarca, en lucha contra la depredación de las
aguas por el proyecto Conga de la misma Yanacocha, o sea, de la misma Newnont,
buscan “chantajear a la minería formal” y, como si los peruanos fuésemos
ignorantes y este empresario el sabio, agrega en la misma entrevista que “…vemos una escalada de desinformación y
extorsión contra la minería formal”.
Una
vieja historia
La más vieja de las
historias que tenemos de la minería extranjera en el Perú es la que se dio, con
los metales preciosos y el tungsteno, cuando los colonialistas españoles
explotaban en la sierra centro y sur del Virreinato peruano (hoy Perú y
Bolivia, Huancavelica y Potosí, respectivamente) nuestros minerales usando el
sistema de trabajo de la mita, verdadera explotación esclavista de los
indígenas del ande. No es casual que
aquellas regiones sigan sumidas en el atraso más lamentable si las comparamos
con otras regiones del Perú y de Bolivia de nuestros tiempos.
Pero uno de los
casos más evidentes en el Perú es la explotación minera en las regiones de
Junín y Pasco donde se encuentran los centros mineros de La Oroya (provincia de
Yauli, en Junín) y Cerro de Pasco (en Pasco).
La Oroya es una de las provincias de Junín con más índice de pobreza y
no se sabe cómo la gran minería ha promovido un desarrollo que no aparece ni en
la educación ni en la salud de los yaulinos.
La misma capital de Pasco, Cerro de Pasco, es una ciudad invivible al
igual que sus distritos, cuya población supervive en los altos de un cascarón
perforado por esa gran “minería formal” a la que se refiere el minero peruano
Pedro Martínez. En la misma situación de
pobreza se encuentra la provincia de Daniel Alcides Carrión de la misma región
Pasco, a solo tres horas de la capital regional. Contrariamente a lo que afirman los grandes
mineros, la otra provincia pasqueña, Oxapampa, con un manejo agrícola como
actividad principal, dispone de mejores condiciones de vida para sus
habitantes, aunque sigue siendo una provincia con altos índices de pobreza
extrema. ¿Qué hubiese pasado en Oxapampa
si hubiese tenido la “mala suerte” de poseer grandes yacimientos de hierro,
cobre, oro, plata, gas y petróleo? Con
toda seguridad que las Newmont y Cía. ya hubiesen borrado todo atisbo de
actividad agrícola y pecuaria.
No olvidemos la
situación de pobreza en que se encuentran las poblaciones de la región La Libertad (Pataz, Faustino Sánchez Carrión y Santiago de Chuco), donde hoy
operan nuevas transnacionales y mineras nacionales, pero donde desde principios
del siglo XX la explotación minera diezmó a varias generaciones de pobladores
del ande a través de su inhumana explotación salarial, además de crímenes
contra trabajadores que se atrevían a organizarse para defender sus derechos.
Si la población
piurana de Tambo Grande no se hubiese organizado y defendido su sus tierras
limoneras, estas ya estarían arrasadas por las transnacionales del oro que
pretendieron excavarlas para “traer el desarrollo”. Recuerdo que cuando esa lucha se dio, el
fujimontesinismo, privatizador y
entreguista, quiso imponer el contrato de explotación. El argumento de quienes defendíamos las
tierras del mejor limón peruano era: ¿qué es mejor, 17 años de explotación
minera y su canon con la inutilización definitiva de las tierras, o la
preservación de las tierras para una agricultura que sustentará a todas las
generaciones venideras, con trabajo sano y frutos prodigiosos? Esta pregunta vale para todos los pueblos
donde los yacimientos mineros funcionan como un imán para las ambiciones de las
transnacionales.
Mitos y
falacias de la minería y defensa de Cajamarca
Primero está el
mito y la falacia de la “minería limpia”.
¿Hay minería limpia? Si hubiese,
la propia población de Estados Unidos, en los estados donde hay grandes
yacimientos, no se opusiera a que las propias transnacionales yanquis exploten
esos minerales enterrados por millones de años. ¿Puede don minero Pedro Martínez afirmar que
sus socias mayores están chantajeadas por sus propios compatriotas? Pero si vamos al hecho mismo de excavar y
extraer miles de miles de toneladas de tierra y piedra, polvo y gases
terriblemente tóxicos, los efectos de esta avalancha no se puede mitigar ni con
las maquinarias más modernas, amén de que a las mineras y a sus operadores en
el campo de trabajo no les interesa aquello del Estudio de Impacto Ambiental,
para ellos, un mero trámite burocrático en el que interviene una mezcla de ex
funcionarios del Estado y luego de las mineras, concubinato de los mismos
intereses. De manera que dos mitos y falacias en un solo daño verdadero: la
“minería limpia” y el Estudio de Impacto Ambiental. Imposible detener el daño de materiales no
controlados, inclusive del deterioro causado en centros de relave y lugares de
derrame de mercurio y otros insumos tóxicos.
La extracción minera, para no ser totalmente perjudicial, para que sus
efectos sean por lo menos mitigados, debe ser realizada donde no haya
agricultura y donde no haya poblaciones asentadas o cercanas a los
yacimientos. Lo que se puede dejar de
percibir como canon se puede (y debe) compensar, de lejos, con una agricultura
y actividades conexas bien planificadas, también la actividad forestal. Todos los argumentos sobre la “minería
limpia” no pasan de ser los cuentos de hadas de los “señores de la mina” que
solían cantar los trabajadores mineros de Chile en su famosa canción de
protesta.
El otro mito y
falacia es aquello del “desarrollo” que traen las mineras, propaganda bien
montada y bien pagada por la SNMPE, donde aparecen supuestos agricultores y
piscicultores usando las “limpias aguas” producidas por las empresas. A esta propaganda hay que agregar los miles
de “puestos de trabajo” que crean las
mineras. También están el canon para la
realización de obras de infraestructura en el entorno de las poblaciones
afectadas y la sustitución de los ríos y lagos arrasados por represas para el
almacenamiento de agua. Y el “mejor”
mito de las mineras y sus defensores: trae grandes inversiones que necesitamos
para las obras públicas y las políticas de “inclusión social”, tan ponderada
hoy por los mismos enemigos de esa inclusión. Sobre estos mitos y falacias hay
que decir algo.
El desarrollo sin
comillas puede construirse a partir de actividades que no destruyan la tierra,
la biodiversidad y el medio ambiente. No
es esperando la explotación minera que construiremos del desarrollo de nuestros
pueblos. En todo caso, seamos los
propios peruanos quienes decidamos dónde y cuándo extraer las riquezas naturales
del subsuelo. La premura de las mineras
tiene que ver con los intereses del gran capital internacional.
La agricultura y la
piscicultura se pueden desarrollar usando solamente nuestras fuentes de
aguas naturales, limpias y no
sospechosamente tratadas después de haber sido contaminadas. Los supuestos
agricultores y piscicultores que hablan en los espots no son sino personas
asalariadas por las propias mineras.
Los miles de
puestos de trabajo, que son ciertos, no son permanentes ni bien remunerados, mucho
menos hoy en que el neoliberalismo destruyó todos los derechos laborales. Con salarios miserables, sin derechos
laborales, con todos los peligros que supone el trabajo en las minas, algunos
trabajadores son atraídos con ciertos “privilegios”, como becas de estudio para
sus hijos y otros que no representan gastos significativos comparando con los
miles de millones anuales que las transnacionales repatrían a su país de origen
como ganancias netas, dejando en el país, en salarios, impuestos, canon y regalías
no más del 15% de su ganancia bruta.
Y las grandes
inversiones que realizan las mineras en nuestro país, ¿no es, acaso, un hecho
positivo para nosotros? Si
verdaderamente nos transformaría en un país desarrollado esa afirmación sería la correcta. Pero la historia ha demostrado que esas
inversiones, más bien, sirven al desarrollo de la industria extranjera y a
nosotros nos siguen manteniendo como meros vendedores de materias primas al
vaivén de los precios manipulados por las mismas corporaciones que invierten en
los países pobres. El manejo
relativamente independiente que tenían los países productores de petróleo está
por concluir porque los países árabes, invadidos por las potencias capitalistas
a través de la OTAN, dejarán de actuar en la OPEP (Organización de los Países
Productores de Petróleo). Lo que
necesitamos son inversiones para industrializar el Perú, desarrollar una
agricultura y una agroindustria que nos permitan generar trabajo permanente
para millones de peruanos con base en la pequeña y mediana propiedad y la
propiedad cooperativa, principalmente, y
la seguridad alimentaria interna, sin excluir, por cierto, la exportación.
No es verdad que la
mayoría de los países lograron su desarrollo con la explotación de minerales en
su propio país. ¿Por qué nosotros, que
tenemos ingentes recursos naturales no solamente mineros, no podríamos generar
nuestro propio desarrollo, incluyendo también una racional explotación minera?.
Tildar de
“antimineros” a quienes defienden el derecho a la vida no pasa de ser una calumnia de los defensores
de las transnacionales.
Con el
pueblo de Cajamarca
En Cajamarca se
consumó el primer acto criminal de la conquista, también de la traición de
ciertos jefes indígenas que, creyendo ver en los recién llegados sus aliados
para derrotar a su enemigo interno, ayudaron a destruir el ejército de Atahualpa hasta acabar con la vida de
este.
En estos momentos
Cajamarca enfrenta a otro ejército, el de los dólares americanos, nuevamente
con aliados internos, incluso del propio gobierno nacionalista, algunos de
cuyos funcionarios tratan de finiquitar la presencia del proyecto Conga que
significará, de consumarse, la destrucción de las aguas naturales. Es
más que sospechoso que el Ministro de Energía y Minas se desplace en el avión
privado de la minera Yanacocha, la que pretende derrotar a los pueblos de
Cajamarca, Celendín, Bambamarca, con sus alcaldes y frentes de defensa. Cuidado la vida peligra: ¡ No existe minería limpia ni responsabilidad social !.
Si el gobierno del
señor Ollanta Humala da paso a Conga, ya sabremos que el nacionalismo no es
sino una coartada para seguir manteniendo el programa neoliberal. Y entonces se podrá decir: consumatum est.
Iquitos,
noviembre 04 del 2011
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