José Ramos
Bosmediano, educador, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en las
Américas (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP (Perú)
No era necesaria la renuncia
(obligada, por lo demás, por el propio Presidente Ollanta Humala) del Asesor
Presidencial Carlos Tapia para darse cuenta del giro neoliberal, es decir,
extremadamente derechista, del gobierno iniciado el 28 de julio del año que
concluye.
Carlos Tapia no es un
revolucionario, nunca lo fue. Nunca
asumió el socialismo revolucionario, marxista o inspirado en el marxismo. Cuando fundamos la Izquierda Unida en 1980
para impulsar la lucha electoral con un programa de transformaciones
sustantivas frente a la fracasada actuación de la derecha peruana que gobernó,
y sigue gobernando, nuestro país, el señor Carlos Tapia se puso al lado del
sector más moderado del frente izquierdista, de una corriente que podría
haberse identificado como socialdemócrata, ideología que también asumía don
Alfonso Barrantes Lingán. Los dirigentes de aquella corriente, como Carlos
Tapia y el propio Barrantes, asumían su posición política con honestidad, la
consideraban lo más adecuado para el Perú.
Carlos Tapia mantiene esa posición y por eso se ha comprometido con el
proyecto del Partido Nacionalista Peruano bajo la jefatura del Presidente
Humala Tasso. Y en este caso, también, lo hizo con la convicción de que un
gobierno del PNP podría cambiar el rumbo del Perú: de un Estado neoliberal
hacía un Estado nacional y soberano con desarrollo económico e inclusión social
en el marco de una economía nacional de mercado. Todos los colaboradores del actual gobierno
que provienen de posiciones cercanas a la izquierda tomaron esa decisión con la
misma convicción. Sobre todo fue una
convicción antineoliberal lo que unificó a ese sector progresista del país, que
coincidió también con el apoyo de otros sectores de la izquierda revolucionaria
y del pueblo que viene luchando por un país distinto.
El giro hacia la
“Hoja de Ruta” de la segunda vuelta electoral.
Derrotadas en la primera vuelta
electoral tres de las fuerzas más importantes de la derecha neoliberal y
enfrentando a la más peligrosa y corrupta (el fujimontesinismo) durante la
segunda vuelta, se entendió que el programa denominado de “la gran
transformación”, definidamente antineoliberal, debería de adecuarse para captar
el voto de esos sectores de la pequeña burguesía asustada ante la supuesta
amenaza de que un gobierno de Ollanta Humala “les quitaría sus bienes” y hasta
llevaría a sus hijos a Venezuela, según la opinión de un troglodita
fujimorista, alejaría a los inversionistas y el país se sumiría en la oscuridad;
especies que casi toda la prensa y sus periodistas difundían día y noche. Los entrevistadores tipo Rosa María Palacios
golpeaban incesantemente la agorera campana del “chavismo” en la cabeza de
Ollanta Humala para que el contenido del mensaje derechista llegue a la
población y produzca en aquel una corrida hacia la derecha. Esos periodistas,
supuestamente independientes, mantienen la misma actitud frente al nuevo
gobierno, pues basta leer las columnas
diarias de Álvarez Rodrich en La
República de Lima para descubrir que su obsesión es persuadir al gobierno
de la necesidad de “no alejar las inversiones”, que en realidad significa no
tocar ni con el pétalo de una rosa el programa neoliberal.
Como era de preverse, la “Hoja de
Ruta” se convirtió en el mejor camino para abandonar los aspectos centrales del
programa político original. En lugar de
explicar adecuadamente cómo entender aquellos planteamientos, el PNP se desligó
de ellos en aras de “un gobierno de concertación nacional”. Esta concertación
no tenía mucho que ver con las aspiraciones democráticas y de justicia social
de las mayorías oprimidas de nuestra patria.
Sin embargo, no obstante su
contenido bastante achatado, optamos por apoyar al nacionalismo en la segunda
vuelta a efecto de derrotar a esa lacra fujimontesinista e impulsar los cambios
a partir del pueblo organizado.
Nadie que entiende los problemas
de la lucha política, como expresión de la lucha de clases, puede decir que las
cosas evolucionarían como hubiésemos querido.
Mucho más en un país, como el Perú, donde la derecha neoliberal se ha
consolidado y tiene casi todos los recursos a
su favor para orientar los
acontecimientos. Se requiere una
orientación firme, una organización cohesionada para persistir en el programa y
derrotar al neoliberalismo. Lo que viene
ocurriendo con el gobierno del presidente Humala es todo lo contrario.
La “Hoja de Ruta” es
la ruta de la derecha neoliberal.
Las revelaciones de Carlos Tapia
reflejan, acaso con un poco de despecho, la entraña autoritaria que anida en el
gobierno del Presidente Humala. Ya
señalamos, en un texto anterior, el comportamiento amenazador del Ministro del
Interior Óscar Valdés frente a los dirigentes y las comunidades que están luchando
en Cajamarca para impedir que una transnacional minera destruya el ecosistema del Conga y toda la
cuenca que le es inherente.
No hay hasta hoy ninguna política
económica que reivindique los intereses nacionales frente a los de los grandes
empresarios. Son tantas las ganancias de
las empresas extractoras y exportadoras de nuestros
recursos naturales que los 3 mil millones de soles de impuestos a las sobre
ganancias fueron aceptadas sin problemas.
Y no podía ser de otra manera supuesto el hecho de dejar intactas las
condiciones leoninas de los contratos firmados por el fujimontesinismo,
remachados, además, por el TLC con Estados Unidos que permite a las
transnacionales seguir imponiendo sus condiciones al Estado a través de los
juicios contra los “abusos” de este. El
Ministro del Ambiente, Ricardo Giesecke,
ha declarado, en realidad, la improcedencia del proyecto Conga, mientras el
Presidente Humala sigue predicando la posibilidad de mantener la unidad del oro con el agua. Si de gran
transformación se habla, el punto de partida, la reivindicación de lo nacional,
ha quedado al margen.
La prometida iniciación de la
industria petroquímica y el fortalecimiento de las empresas estatales (ENAPU,
PETROPERÚ) o la creación de una línea aérea de bandera, han sido, en el mejor
de los casos, postergados. Lo propio viene
ocurriendo con la reivindicación del gas Lote 88 y el abaratamiento del precio
de este combustible.
En lugar
de crear un sistema nacional y único de salud se están implementando un
programa SAMU que fragmenta más ese
servicio público, medida de tradicional corte demagógico, como el CLAS
fujimontesinista, el AUS y el SIS del reciente gobierno de Alan García Pérez.
En
agricultura, ningún signo de buscar el desarrollo de una agricultura que
garantice la soberanía alimentaria y promueva el trabajo masivo y altamente
productivo en el campo en beneficio de la gran masa campesina. El crédito agrario estará, como siempre, al servicio
de la nueva burguesía agraria exportadora.
En
educación se persiste en la municipalización y privatización de la enseñanza a
través de normas legales que deben ser derogadas, su fragmentación mediante
programas paralelos para un mismo nivel, la continuación de las evaluaciones
estandarizadas al margen del proceso de la enseñanza en las aulas, los llamados
colegios Mayor y Emblemáticos, de factura elitista, programas de seguimiento
para el logro de los aprendizajes convertidos en meros formulismos, la permanencia de remuneraciones y pensiones
miserables para los maestros; es decir, se insiste con la reforma educativa
neoliberal con el señuelo del PEN y el inútil CNE.
En el
marco de este viraje hacia el neoliberalismo, no sorprendería la separación,
voluntaria u obligada desde la Presidencia de la República, de los más altos
funcionarios progresistas, para ser reemplazados por otros de las filas de
Julio Velarde, Presidente del Banco Central de Reserva, y de Miguel Castilla,
Ministro de Economía y Finanzas, fiero guardián de las orientaciones del Banco
Mundial y del Fondo Monetario Internacional en el Perú.
A todo
esto, un acto simbólico y de adecuación a la vez, al neoliberalismo político de
vieja extracción oligárquica: la condecoración máxima de don Luis Bedoya Reyes,
fundador del Partido Popular Cristiano a partir de la división que propiciara
del Partido Demócrata Cristiano, en la década de los años 60 del siglo XX. Para el Presidente Humala el jefe político
más conservador en el Perú merece el homenaje de todos los peruanos. Mejor prueba del giro derechista no puede
haber.
Lima,
26 de noviembre del año 2011
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